LA ÚLTIMA BOCANADA/José García


“Si fumar es un placer, ¿Por qué hacer de ello un vicio?”
A causa del cigarro tuve otro día de insomnio. Sé que no debo fumar. ¿Pero que se puede hacer en la madrugada y solo?… en un cuarto  de hospital .Cada noche para mi es lo mismo, sin embargo hoy siento  limpio el aire recorrerme.
Siempre escuché que “fumar mata”, pero teniéndolo en la boca, oliendo su humo que tirita conforme el fuego va corriendo, y luego recorrer el esófago como remolino, humedecer las paredes de la garganta…
! Uff ¡ La gloria.
De todo lo inhalado y exhalado sólo, una mínima parte se exilia del carrete de papel, lo demás invade, es irreflexivo.
Un desmadre arrastrar el cilindro de oxígeno. Más cuando va conectado a mis fosas nasales. Mis alergias empeoran en otoño: quedando  recluido  un buen rato aquí.
¿Quién iba a decir que los cigarrillos raros del abuelo,  no los dejaría?
Recuerdo cuando lo iba preparando: Tomaba el tabaco picado y lo envolvía en una hoja de papel en forma de cilindro, todo ello sin dejar de  tararear su canción preferida “ My Way”, la de Frank Sinatra.
Luego de la primera exhalación, se queda mirando cómo se restriega el humo en mi cara, cómo mi nariz disfruta ese adictivo olor. Entonces  se levanta, se  aleja y deja caer una colilla  aun chispeante.
Y como perro hambriento voy tras ello.
Fuerza de Voluntad. ¡Una pinche palabra! ¿Quién la tiene? Sobre todo cuando a esa edad lo desconocido se apodera de tus debilidades. Y te vuelves un ladrón silencioso, primero, hurtando unas monedas y comprando favores de los más grandes  y como no, sí el dueño de la tienda resulta ser familiar.
Me duró casi tres días mi primera cajetilla y las mismas noches de insomnio. Pero el gusto duro poco. El abuelo viejo lobo de mar y de un olfato de perro guardián me descubrió. Se comportó muy buena onda: guardó el secreto y en agradecimiento le lustré sus botas de campo todo un mes…
A los cuarenta años era un fumador social. No bajé mi cuota de tres cajetillas al día. Era desayuno, almuerzo y cena de” harina y huevo” Muchos me criticaban por no lavarme los dientes, el toque color amarillento me empastaba me mantenía el olor a tabaco.
¡Eso dicen los envidiosos!
Pero no todo era mala salud. También hacia ejercicios,  lo reconozco todo fue por Alicia. Si quería que fuera mi chica tenía que ser obediente y complaciente. Ella toda una atleta a sus treinta años, no se cansaba jamás. Pero cuando una mujer se cree tu dueño y comienza a robarte tú espacio…! Fin del contrato ¡
Cuando andaba por los sesenta años, me complacía ver a aquellos tipos atléticos y ratones de los ejercicios desgastarse. Ellos, los sanos, yacen bajo tierra y su servidor… aquí ando respirando el aire contaminado.
Todo iba maravilloso. Hasta que ese viaje a Cuba me sentenció. Ese  sabor, olor y humo destellante era único, y más al saborearlo. ¡!Ah¡ ¿Los Habanos?
El secreto viene cuando “la perilla” la degustan tus labios y en el primer hilo de tabaco haces un pacto de por vida.
Bueno, cinco años viviendo ahí  me hizo hablar como Fidel Castro, y alguien tenía que derrocarme. Ahora, estos mentolados sin filtro, ni raspan ni endulzan el esófago. Cuando menos sabré de que moriré y nadie (ni el creador)  me obligo.
Como he dicho: los favores cuestan. Parte de mi pensión va a los bolsillos de los camilleros y las enfermeras. Siempre tengo una cajetilla disponible bajo mi almohada.
La última bocanada quien sabe cuándo saldrá. Eso, lo supe desde el primer día.
FIN.
JOSE  GARCIA.

Comentarios

  1. La vida de un fumador empedernido, me gustan tus descripciones y el lenguaje utilizado, coloquial, sin subtefurgios. Gracias por colaborar una vez mas

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