MUÑEQUITA LINDA, Marta Navarro
Muñequita linda
Érase una vez una manzana envenenada.
Érase una vez una princesa solitaria.
Érase una vez un conjuro aterrador.
La misma pesadilla que noche tras noche torturaba sus sueños la despertó de golpe. Se incorporó abruptamente sobre la cama, presa del pánico, desorientada y empapada en sudor. Un torbellino de emociones sacudía su mente. Temblaba, apenas podía respirar y una expresión extraña hería su rostro. Algo en su interior trataba de aflorar a la superficie y no lo lograba. Una niña perdida entre la multitud, una niña abandonada y sola que gritaba su nombre, una niña de nadie mendigando amor.
El estrépito urgente de una sirena rasgó con su mal presagio la madrugada, desvaneció poco a poco el ensueño y trajo a Norma de regreso a la realidad. Aún no amanecía. Se levantó nerviosa, dio unos pasos por la habitación y al descubrir su reflejo en el espejo se detuvo frente a él. Contempló con horror (quizá compasión) como una mujer de piel pálida, melena rubia y ahuecada e innegable aspecto de muñeca le devolvía la mirada. «¿Quién eres?», murmuró −hartazgo y cansancio en la voz, detenida una lágrima en sus ojos cobalto− «¿existes?», «¿dónde estás?».
Mentiras y personaje se deshacían aquella noche entre sus manos. No era la mujer del espejo más que una muñeca rusa atrapada en el interior de otra, dentro a su vez de otra y otra más. Pequeñas, insignificantes, diminutas. Y al fin, al fondo, muy al fondo... nada. Nada quedaba ya de ella a esa altura de una vida que hacía mucho no era suya, ni un mínimo latido de verdad.
Perdidos para siempre valor y juventud, temía ahora enfrentarse a un mundo que la observaba de lejos, testigo atónito de su degradación. ¡Qué difícil era ser hermosa y ser mujer!, se decía con autocompasión de criatura en aquellas largas noches suyas de insomnio, una fantasía, un sueño ajeno, una apetitosa golosina inalcanzable. No era entonces más que una mujer bella asustada de su propia belleza, alguien incapaz de respetarse, una chiquilla temblorosa angustiada siempre por su aspecto, experta como nadie en camuflar la desesperación. Un alma triste de juguete.
El corazón le latía con tanta fuerza que su cuerpo entero parecía temblar. Se acercó a la ventana y contempló un instante, allá abajo, las luces de la ciudad: hipnóticas, lejanas, acogedoras. Si pudiera huir, si fuera capaz... Si alguien en el mundo se sintiera orgulloso de ella, si alguien de veras la quisiera...
En qué momento el rumbo de su vida se torció. Por qué no pudo conformarse con ser una chica bonita y sencilla más. De dónde procedía la amarga desazón que la embargaba. Atrapada en su eterna confusión e incertidumbre, para ninguna pregunta hallaba aquella noche respuesta.
La tachaba el mundo de inestable y caprichosa. A toda hora la juzgaban. La humillaban sin motivo. La detestaban. La envidiaban. La adoraban.
Quiso ser perfecta. Retó en su empeño al destino y lo venció. Pagó el precio en desdén y soledad.
Sacudió al fin Norma su mente de recuerdos y fantasmas y regresó a la cama. Un aura de fragilidad extrema la envolvía. Cerró los ojos. Los abrió de nuevo. Tomó aire despacio, hondo. Lo expulsó luego en un suspiro. Si pudiera su mente dejar de pensar.
Las píldoras, ¿dónde estaban las malditas píldoras? No debía, pero... sólo una, quizá dos.
Acurrucarse, dormir, sumirse al fin en un descanso amable, sin sueños ni conciencia.
Inmortal como una diosa, Marilyn tejía aquella madrugada, hilo a hilo, su leyenda.
«Queredme», suplicaba su alma herida.
En la bruma del olvido, mientras tanto, lentamente, muy despacio, Norma Jane se desvanecía.
Marta Navarro
Valencia - España
Valencia - España
Relato propuesto por Lola O. Rubio
Norma Jeane Mortenson (Los Ángeles, California, Estados Unidos, 1 de junio de 1926 – ibídem, 5 de agosto de 1962), mejor conocida en el mundo artístico por su seudónimo Marilyn Monroe. Demasiado joven para morir, a sus treinta y seis años. Hace tiempo propuse este ejercicio de "meterse en la piel de Marilyn", ponerse en lugar de ella, sus fracasos amorosos, sus diferentes abortos, de ser amante de hombres que supuestamente habían acabado con su vida. Su último papel en "Vidas Rebeldes" a mi parecer es el que narra mejor su frágil estabilidad emocional.
ResponderEliminarMe ha resultado una lectura muy amena que engancha al lector desde el inicio, por lo que felicito a nuestra compañera Marta Navarro, que ha sabido describir tanto a Norma Jeane M. como al personaje que nos deslumbró por su frágil belleza en el mundo de la cinematografía.
ResponderEliminarGracias Marta y Lola por vuestro trabajo tan interesante.
Un beso a cada una.
No es mérito mío, sino de la escritora Marta Navarro, tiene gran facilidad para escribir cualquier trama. Es una de las personas que he descubierto en Internet de gran valía. Yo sólo hice una propuesta "La última carta de Marilyn", repito, el mérito es de Marta.
ResponderEliminarHola Lola, no sabía que habías vuelto a activar el blog y te felicito por ello, es una plataforma estupenda para dar visibilidad al trabajo de tantos compañeros y compañeras. Y a ti Marta, qué decirte, excepto que me ha encantado eso de ponerse en la piel de un mito del cine del siglo XX.
ResponderEliminarFeliz año nuevo!
Abrí el blog a iniciativa de compañeros escritores que conozco personalmente, además me gusta más leer que escribir. Un abrazo, Toño
EliminarHola, Marta.
ResponderEliminarHas realizado un estupendo retrato del fin de la inocencia. Del fin de Norma convertida en Marilyn. En definitiva, has realizado un retrato lleno de sensibilidad de una mujer con un corazón de niña.
Hay una película que recoge de manera perfecta qué pasó con la mujer que no pudo con su propia leyenda. Se llama Mi semana con Marilyn y con el permiso de Lola rescato un pasaje de lo que escribí en su día a colación del filme: "Es entonces, cuando podemos apreciar la fragilidad y soledad que siente Marilyn ante el pelotón de aduladores que la acompaña. Y es ahí, cuando ella misma parece comprender que antes que una buena actriz es considerada más por su físico que por su talento. Se está rompiendo en pedazos por dentro al darse cuenta de sus propias debilidades como actriz. Pero es una mujer llena de contradicciones que a su vez no está dispuesta a renunciar al mito que ha logrado por una sensualidad explotada por ella misma. Está es la esencia de lo que aporta Mi semana con Marilyn al legado de la artista. Una mujer que fue superada por su propio personaje y de la que sacaron provecho tanto la industria del cine como los maridos que se acercaron a ella y no la supieron o no pudieron entenderla."
Enhorabuena Marta, un abrazo.
Muchas gracias por pasarte y comentar, compañero Miguel Pina. Tu análisis es perfecto de la diferencia de Norma Jean (la mujer sensible, inestable) y Marillyn (la mujer exhuberante, bella y vacía que creían algunos)
EliminarHola! Muchísimas gracias a todos! Me alegro un montón de que os haya gustado. Besos y Feliz Año Nuevo.
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