UNA DE LAS AVENTURAS DE ADALIM/DELIA G. JOISON
Una de
las Aventuras de Analim
Cuento
Infantil
-Ahí, me duele un poquito- exclamó Analim señalando a su amigo algo en su espalda.
-¡Caramba, carambita! -replicó Merael- permití que vea dónde te duele -y dio vuelta rápidamente hasta situarse detrás de Analim.
Luego observó detenidamente el lugar que le señalaba con un dedo, y palpó con suavidad toda el área, para ubicar exactamente el sitio.
-¿Es aquí?- preguntó.
-Uy, sí, le contestó de inmediato Analim.
-¡Caramba, carambita! -replicó Merael- permití que vea dónde te duele -y dio vuelta rápidamente hasta situarse detrás de Analim.
Luego observó detenidamente el lugar que le señalaba con un dedo, y palpó con suavidad toda el área, para ubicar exactamente el sitio.
-¿Es aquí?- preguntó.
-Uy, sí, le contestó de inmediato Analim.
-Tienes como una marquita roja - le explicó Merael- es parecida a una picadura
de un insecto gigante, amiguito querido
-No es eso exclamó Analim, compungido- resulta que Dulceamor, se equivocó y en
lugar de mandar la flecha a Adrián me la clavó a mí.
-¿Pero ¿cómo hizo eso?- se sorprendió mucho Merael
-Seguramente debe ser, porque giré rápidamente en una esquina para ir a verlo-
respondió apesadumbrado Analim -sabía que estaba "casi" enamorado de
Dina y quise alentarlo también, como Dulceamor, sólo que él me clavó la flecha
a mí y ahora no sólo me duele, sino que a Dina la veo con otros ojitos.
jijiiii....
Merael se agarró la cabeza llena de rulos rubios con ambas manitos, mientras
volaba en círculos alrededor de su amigo. Estaba muy sorprendido, ellos no se
enamoraban como los humanos, los amaban tiernamente, eso sí y mucho, pero
¿enamorarse, enamorarse?, no, eso nunca había ocurrido y ese querubín de
Dulceamor, ¿no podría haber tenido mejor puntería? mmm...
Y estaba así pensando y pensando, mientras Analim, seguía quejándose despacito.
Entonces tomó una decisión, lo llevaría a la Pirámide de Sanación, allí seguro
pero segurísimo, lo sanarían por completo. Así que mirando los ojazos muy
azules de Analim, donde asomaba tímidamente una dulce lágrima, le puso un
bracito por el hombro, cuidando de no tocar las plumas de su amigo y le dijo:
-Querido, te llevaré ahora mismo a la Pirámide, la misma donde se sanó Damabih,
nuestro compañerito.
-¿De veras me llevarás allí? se sorprendió su amigo-
dicen que hay que pedir hora, a veces nos hemos sentido un poco mal porque los
humanos nos ignoran, eso lo sabes bien y en la Pirámide, nos sanan de todo
dolor, inclusive emocional- de manera que hay cientos, ¿qué digo? miles de
ángeles como nosotros, un poco tristes que van allí.
-Ya verás que nos atenderán rápido, porque así lo siento y siempre le hago caso
a lo que siento para no equivocarme, y si hay que esperar un poco, esperaremos-
replicó Merael.
Y así volando con suavidad, ya que la flecha de Dulceamor había dado justo,
justo, debajo del ala izquierda de Analim, lo llevó hacia la Pirámide de
Sanación. Al llegar, se deslumbraron ante su brillo; la Pirámide era de puro
cristal que reflejaba la luz, y todos los colores brillaban dentro de ella.
Había pocos angelitos, tenía toda la razón Merael, siempre hay que hacer caso a
lo que se siente, y aguardaron apenas tres minutos, hasta que los llamaron con
una campana de ángeles.
Cuando se presentaron, Merael contó el percance sufrido por Analim a un ángel
sonriente que estaba en la puerta y poco después lo atendió ¡Rafael en persona!
el Arcángel de la Salud. Rafael lo miró con sumo cuidado, apartando unas
plumitas del ala izquierda, y observó atentamente la pequeña herida, luego
dirigiéndose a Analim, le indicó que pasara dentro de la Pirámide para su
atención. El angelito pasó con un poco de miedo, pero al estar ahí, se dio
cuenta que todo era para su bien, de modo que se quedó muy tranquilo y en paz.
Dentro de la Pirámide era todo de ¡una belleza increíble!, se reflejaba la luz
en mil colores, como un prisma, colores que volaban y se movían danzando al
compás de una sinfonía exquisita, alrededor de quien estuviese ahí. Analim
sonrió, maravillado por tanta hermosura y se quedó quietecito, quietecito,
recostado en una especie de camilla también de cristal, toda transparente que
rotaba y daba vueltas a medida que lo necesitaba, mientras disfrutaba de la luz
bailando a su alrededor que le hacía cosquillas lindas. Estaba muy feliz,
percibía los suaves rayos del sol sobre él y cómo llegaban atrás, para sanar su
alita herida. ¡Una delicia! y así, en apenas minutos, estuvo radiante y sanito.
Salió con su cara muy alegre y le iba a contar a Merael lo hermoso de todo,
cuando Rafael dulcemente le dijo:
-¿Cómo estás ahora respecto a Dina?
-¿Dina? -preguntó Analim- ¿qué sucede con ella?- se había olvidado por completo
de su incipiente enamoramiento por suerte, ya que los angelitos aman de otra
manera.
De modo que agradecieron mucho, mucho, ambos la atención, batiendo las alas al
unísono, y se alejaron bajo la mirada complaciente de Rafael.
Durante el regreso, Merael le preguntó si quería comer algo, y como ese asunto
de la sanación le había despertado el apetito, Analim le respondió
afirmativamente, así que bajaron a un jardín y se fijaron si había esos pétalos
de rosa por los cuales estaba tan engolosinado, y por suerte los había ¡y en
cantidad! Los dos se quedaron bajo unos rosales y Merael convidó a su amiguito
con pétalos de rosa blancos, pero Analim, le dijo que precisaba más energía en
ese momento, por lo cual eligió especialmente pétalos rojos, que saboreó con
deleite. Ambos se dieron un pequeño banquete ya que había en el suelo, cantidad
de pétalos, y Merael comió sólo blancos que eran los que más le gustaban y un
poquito nada más de amarillos, para ser más inteligente aún. Vio luego con
simpatía, cómo Analim se llevó bajo el alita derecha, unos pétalos rosas para
ser más amoroso si es que se podía. Y más tarde ambos volaron tan, pero tan
alto que se perdieron de vista, en el cielo azul…
-Tienes como una marquita roja - le explicó Merael- es parecida a una picadura
de un insecto gigante, amiguito querido
-No es eso exclamó Analim, compungido- resulta que Dulceamor, se equivocó y en
lugar de mandar la flecha a Adrián me la clavó a mí.
-¿Pero ¿cómo hizo eso?- se sorprendió mucho Merael
-Seguramente debe ser, porque giré rápidamente en una esquina para ir a verlo-
respondió apesadumbrado Analim -sabía que estaba "casi" enamorado de
Dina y quise alentarlo también, como Dulceamor, sólo que él me clavó la flecha
a mí y ahora no sólo me duele, sino que a Dina la veo con otros ojitos.
jijiiii....
Merael se agarró la cabeza llena de rulos rubios con ambas manitos, mientras
volaba en círculos alrededor de su amigo. Estaba muy sorprendido, ellos no se
enamoraban como los humanos, los amaban tiernamente, eso sí y mucho, pero
¿enamorarse, enamorarse?, no, eso nunca había ocurrido y ese querubín de
Dulceamor, ¿no podría haber tenido mejor puntería? mmm...
Y estaba así pensando y pensando, mientras Analim, seguía quejándose despacito.
Entonces tomó una decisión, lo llevaría a la Pirámide de Sanación, allí seguro
pero segurísimo, lo sanarían por completo. Así que mirando los ojazos muy
azules de Analim, donde asomaba tímidamente una dulce lágrima, le puso un
bracito por el hombro, cuidando de no tocar las plumas de su amigo y le dijo:
-Querido, te llevaré ahora mismo a la Pirámide, la misma donde se sanó Damabih,
nuestro compañerito.
-¿De veras me llevarás allí? se sorprendió su amigo-
dicen que hay que pedir hora, a veces nos hemos sentido un poco mal porque los
humanos nos ignoran, eso lo sabes bien y en la Pirámide, nos sanan de todo
dolor, inclusive emocional- de manera que hay cientos, ¿qué digo? miles de
ángeles como nosotros, un poco tristes que van allí.
-Ya verás que nos atenderán rápido, porque así lo siento y siempre le hago caso
a lo que siento para no equivocarme, y si hay que esperar un poco, esperaremos-
replicó Merael.
Y así volando con suavidad, ya que la flecha de Dulceamor había dado justo,
justo, debajo del ala izquierda de Analim, lo llevó hacia la Pirámide de
Sanación. Al llegar, se deslumbraron ante su brillo; la Pirámide era de puro
cristal que reflejaba la luz, y todos los colores brillaban dentro de ella.
Había pocos angelitos, tenía toda la razón Merael, siempre hay que hacer caso a
lo que se siente, y aguardaron apenas tres minutos, hasta que los llamaron con
una campana de ángeles.
Cuando se presentaron, Merael contó el percance sufrido por Analim a un ángel
sonriente que estaba en la puerta y poco después lo atendió ¡Rafael en persona!
el Arcángel de la Salud. Rafael lo miró con sumo cuidado, apartando unas
plumitas del ala izquierda, y observó atentamente la pequeña herida, luego
dirigiéndose a Analim, le indicó que pasara dentro de la Pirámide para su
atención. El angelito pasó con un poco de miedo, pero al estar ahí, se dio
cuenta que todo era para su bien, de modo que se quedó muy tranquilo y en paz.
Dentro de la Pirámide era todo de ¡una belleza increíble!, se reflejaba la luz
en mil colores, como un prisma, colores que volaban y se movían danzando al
compás de una sinfonía exquisita, alrededor de quien estuviese ahí. Analim
sonrió, maravillado por tanta hermosura y se quedó quietecito, quietecito,
recostado en una especie de camilla también de cristal, toda transparente que
rotaba y daba vueltas a medida que lo necesitaba, mientras disfrutaba de la luz
bailando a su alrededor que le hacía cosquillas lindas. Estaba muy feliz,
percibía los suaves rayos del sol sobre él y cómo llegaban atrás, para sanar su
alita herida. ¡Una delicia! y así, en apenas minutos, estuvo radiante y sanito.
Salió con su cara muy alegre y le iba a contar a Merael lo hermoso de todo,
cuando Rafael dulcemente le dijo:
-¿Cómo estás ahora respecto a Dina?
-¿Dina? -preguntó Analim- ¿qué sucede con ella?- se había olvidado por completo
de su incipiente enamoramiento por suerte, ya que los angelitos aman de otra
manera.
De modo que agradecieron mucho, mucho, ambos la atención, batiendo las alas al
unísono, y se alejaron bajo la mirada complaciente de Rafael.
Durante el regreso, Merael le preguntó si quería comer algo, y como ese asunto
de la sanación le había despertado el apetito, Analim le respondió
afirmativamente, así que bajaron a un jardín y se fijaron si había esos pétalos
de rosa por los cuales estaba tan engolosinado, y por suerte los había ¡y en
cantidad! Los dos se quedaron bajo unos rosales y Merael convidó a su amiguito
con pétalos de rosa blancos, pero Analim, le dijo que precisaba más energía en
ese momento, por lo cual eligió especialmente pétalos rojos, que saboreó con
deleite. Ambos se dieron un pequeño banquete ya que había en el suelo, cantidad
de pétalos, y Merael comió sólo blancos que eran los que más le gustaban y un
poquito nada más de amarillos, para ser más inteligente aún. Vio luego con
simpatía, cómo Analim se llevó bajo el alita derecha, unos pétalos rosas para
ser más amoroso si es que se podía. Y más tarde ambos volaron tan, pero tan
alto que se perdieron de vista, en el cielo azul…
Delia Goldadler Joison nació un 28 de mayo en Mendoza, República Argentina.
Delia Goldadler Joison nació un 28 de mayo en Mendoza, República Argentina.
Sus libros disponibles en Amazon:
“Viajes, aventuras y demás chifladuras de la señora D”
“Universo de Instantes”
“Cuentos para saborear fresas con crema”
“Cuentos para leer con una buena taza de café”
“Historias de fantasmas y fantasmitas”
“Cuentos de canela y miel”
“Alas y raíces”
“Historias apasionadas de otros tiempos”
“Intimo Esplendor” autobiográfico (entre otros)
“Intimo Esplendor” autobiográfico (entre otros)
Delia es una incansable escritora, su humor, buen hacer es indiscutible. Se ha ganado una legión de seguidores, a través del tiempo. Gran experiencia y conocedora de la psicología con los que encara los diferentes personajes, la hacen indispensable en nuestra biblioteca.
ResponderEliminarUn gran abrazo literario.
Delia posee la receta perfecta para que sus libros logren encantar al lector en los distintos momentos de la vida. Humor procesado, sabiduría, narrativa envidiable, creatividad y remate sorpresivo. Es una imperdible en para esos momentos en que se desea disfrutar de la lectura.
ResponderEliminarGracias por comentar en el blog en nombre de la autora.
EliminarDelia nos regala con unos momentos de lectura fresca y creativa. Sus cuentos evocan sentimientos y emociones limpios en un u iverso de ángeles y querubines
ResponderEliminarDelia nos regala con unos momentos de lectura fresca y creativa. Sus cuentos evocan sentimientos y emociones limpios en un u iverso de ángeles y querubines
ResponderEliminarDelia es una prolífica escritora que podemos descubrir en su bibliografía, y los diferentes blogs en los que participa. Gracias, por siempre Delia por colaborar con Tertulia de Escritores.
ResponderEliminarEs la primera vez que te Leo, Delia. Escribes con una dulzura y una frescura que ha de ser la delicia de los niños.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias por comentar a nuestra compañera escritora, Delia.
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