LA MEMORIA DE LOS PECES/David Serrano
Siempre
había pensado que era una leyenda urbana. Desde crío había escuchado que cuando
alguien está a las puertas de la muerte, veía pasar por su mente su vida a
cámara rápida. Decían que todos los recuerdos (buenos y malos) y todas las
personas importantes surgían del subconsciente, incluso gente que creías que no
lo era y ahí te dabas cuenta de lo equivocado que estabas.
Yo no lo
creía. ¿Cómo vamos a saber lo que ve alguien que está a punto de morir? Nadie
que lo hubiese visto había vuelto para contarlo, y si alguno había vuelto, lo
había hecho sin recuerdos de su vida anterior. Sin embargo, mientras caía al
vacío me daba cuenta de que era verdad.
Llevaba
cuatro años haciendo escalada libre. Sí, es un deporte arriesgado, pero la
sensación de estar a trescientos o cuatrocientos metros de altura sabiendo que
sólo tus manos te mantienen pegado a la pared, aferrado a este mundo, es algo
difícil de explicar. La sensación de que el pie resbala y la mano no consigue
sujetarte, es algo todavía más complicado de describir, pero era lo que me
había sucedido.
Mi cuerpo
descendía cogiendo velocidad, y tenían razón, mi vida comenzaba a pasar como si
de una película excesivamente revolucionada se tratase. Alguna imagen de la
infancia, excursiones del cole, la familia… y de repente la vi. Nos conocimos
de casualidad, cuando sólo éramos unos adolescentes, y desde ese instante,
aparecía en todos los momentos que resultaban ser importantes para mi
subconsciente. Desde aquella noche tonta en que nublados por el alcohol
acabamos besándonos, a la mañana lluviosa en que enterramos a mi padre. Cientos
de situaciones, a priori olvidadas, en las que siempre estaba a mi lado. En los
buenos y en los malos momentos. Era ella. Toda la vida buscando a alguien que
había tenido tan cerca y que no había sabido ver.
A pocos
metros del suelo tomé la decisión de volver a buscarla en otra vida. Si
realmente existía la reencarnación, me resultaría imposible olvidar las últimas
imágenes vistas en mi actual existencia. No la olvidaría, y si alguna vez
regresaba a otro cuerpo, fuese el que fuese, la reconocería y disfrutaría cada
segundo a su lado como si fuera el último, como si fuera el que estaba viviendo
en ese momento.
Del dolor
del golpe inicial pasé a la extraña sensación de estar flotando. Abrí los ojos
y me vi en el fondo de lo que parecía un río rodeado de peces y pensando en
ella. “¿Qué hago aquí? Soy un pez! No puede ser, tengo que seguir recordando
a…..” “¿Qué era lo que tenía que hacer?” “uyyyyy, qué buena pinta tiene ese
placton!.“
David Serrano
Barcelona
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