LA VENTANA INDISCRETA/El baile del Norte
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Dio un nuevo sorbo a la descomunal jarra de cerveza que le habían
servido y se revolvió inquieto en la silla, valorando la posibilidad de
levantarse y continuar su paseo o quedarse un rato más, fisgoneando en las
vidas ajenas. Finalmente Norte decidió seguir observando a la gente que pasaba
por delante de la terraza de la cafetería situada en Staroměstské náměstí y así
darse un tiempo extra que le permitiera acabar airoso la cerveza.
Se arrellanó en la cómoda silla de paja y se dispuso a dejar
transcurrir el tiempo. A su izquierda, en la línea de mesas inmediatamente
anterior a la suya y parapetado tras el seto que separaba la zona de la terraza
de la plaza, un joven fotografiaba a los viandantes ayudado por el potente
teleobjetivo de su cámara.
Norte sonrió al pensar que la situación le recordaba a la película “La
ventana indiscreta” de Alfred Hitchcock, aunque en este caso ¿quién sería James
Stewart?, ¿el fotógrafo o él?
Observó con detenimiento, intentando vislumbrar alguno de las
fotografías que, tras el disparo, se veían en la pantalla de la cámara y
comprobó que todas, sin excepción, correspondían a primeros planos de
viandantes. Jóvenes, adultos, parejas, grupos,… no parecía haber ningún
criterio que no fuese el de fotografiar personas anónimas que pasaban por allí.
Era como un francotirador apostado a la espera de una víctima. Vestía un largo
abrigo de color azul y sobre la mesa descansaba un sombrero de fieltro de color
negro, adornado con una fina cinta de color cuero. Allí, mimetizado,
observaba expectante a los viandantes al acecho de su próxima pieza.
Y es que la verdad, Praga se prestaba a ello. La magia de la Ciudad
Vieja, la exuberancia barroca de la Malá Strana o la
distinción art nouveau de la Ciudad Nueva, aderezados con miles de turistas de
todo el mundo, constituían un entorno perfecto para perderse en una ciudad
maravillosa.
«Será un cazador de
tendencias…» ̶ pensó Norte recordando un artículo que había leído hacía tan solo un
par de días ̶ «… o seguramente un turista aburrido que se entretiene haciendo fotos
mientras descansa tomándose una cerveza».
Instintivamente tomó su
cámara y repasó sus fotos, comprobando que, en efecto, también él había fotografiado
multitud de pequeños rincones. Y en muchos de ellos lo había hecho por una
situación concreta. Tan solo un instante antes de sentarse en la terraza había
presenciado una acalorada discusión de una pareja frente a la Casa de las tres
rosas blancas, justo en las hermosas verjas que rodean la fuente gótica. No
pudo comprender lo que decían pero, en todo caso, estaban ya en esa fase de una
discusión en la que no se disimula. Finalmente Norte desvió su mirada
avergonzado cuando la chica se percató de que los estaba
observando.
Siguió pasando sus fotos para detenerse en un hermoso primer plano de
la Princesa Libuse, fundadora de la dinastía Premysl. Una bella imagen art
nouveau que preside el número 22 de Karlova ulice. Recordó que en el momento de
fotografiarla, un pequeño grupo de turistas ya entrados en años, atendían un
poco aburridos las explicaciones que uno de ellos les daba. Se trataba
posiblemente del líder del grupo, el jubilado que había preparado durante
semanas el viaje, y que ahora los atormentaba con un torrente de información
que apenas despertaba interés ellos, deseosos quizás de sentarse cómodamente
frente a un buen codillo asado y una cerveza.
No le llevó demasiado tiempo cruzar el Puente de Carlos y, en unos
minutos, estaba frente a él: el Muro de Lennon, clamor de libertad sofocado y
vuelto a renacer una y otra vez. Casualmente un guitarrista interpretaba en ese
momento “ Imagine.”
Esperó al final del tema, depositó una moneda en la funda de la guitarra y se volvió para continuar su camino. En ese instante se percató que un hombre con abrigo azul y sombrero
de fieltro lo fotografiaba con un potente teleobjetivo.
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