PLEAMAR/Ricardo Juan Benítez
Galería Dirección LetrasKiltras
Año
2011 DIRECTOR EJECUTIVO: Sr. Fernando Omar
Vecchiarelli (Argentina)
Primer
puesto en Letras Kiltras de México D.F (además en Canadá en
Proyecto Scherezade).
Era una mañana tormentosa, como la de aquel día
en que la gaviota decidió suicidarse. Claro que después mi padre le
quitó magia al asunto. Me contó la verdadera razón porqué el ave
se había precipitado contra la escollera.
—Las gaviotas adultas van perdiendo la visión
de tanto zambullirse en el agua de mar. Entonces, cuando van en
vuelo y divisan un tenue reflejo, creen que es un pez y se tiran en
picada contra el brillo de las rocas —me enseñó con su lógica
implacable.
O sea, que mi gaviota había muerto absurdamente
por un accidente producido por su decadencia; cuando yo había
imaginado una historia con un amor contrariado y misterioso. Como si
mi gaviota fuera otra Alfonsina y este vasto mar su escondite
definitivo.
Salir a caminar en días tempestuosos de temporada
baja me fascinaba. Las playas lucen desiertas. Se escucha el tronar
de las olas en el rompiente. Se percibe el viento azotando matas y
gallardetes abandonados en lejanos veranos. Los paradores solitarios,
con sus sillas, mesas y sombrillas amontonadas, las terrazas con sus
silencios excesivos. Se podía recorrer el pedregal para leer los
mensajes de otros tiempos grabados en sus rocas:
“Carlos y Clarita 23 de febrero de 1949”
—“¿Qué habrá sido del amor de Carlos y
Clarita?”
Tal vez se hubieran casado desafiando el maleficio de los amores de
verano.
Quizá alguno de sus nietos topara con aquel
perpetuo recado de amor mientras correteaba inocente un estío
cualquiera.
No sería sencillo imaginar por aquella época que
en algún momento se puede perder el bronceado, la belleza y la
juventud. La vida y el amor parecen eternos. Por lo menos hasta el
fin de las vacaciones.
Entré al mesón. El piso y el mobiliario tenían
una espesa capa de polvo y olvido. En las esquinas del techo había
telarañas, sentía que hacía décadas que estaba cerrado. Me detuve
a mirar por el ventanal el mar embravecido. Las olas se alzaban en
una pared compacta de color verde oscuro y al caer la espuma llegaba
casi hasta la entrada de la posta. Yo no le temía. Jamás le había
temido.
Ni siquiera aquella tarde.
Aún en los momentos más difíciles, como cuando
quedé atrapado por una corriente de la bajamar, tuve el
convencimiento que nada malo podía pasar. Que de algún lugar del
abismo un ejército de tritones y sirenas vendrían en mi auxilio.
Que me mostrarían un camino de caracolas y coral. Que el faro, más
allá del puerto, me alumbraría la senda de regreso.
Salí al porche con su piso de madera inundado. La
lluvia arreciaba, la playa invitaba a una caminata.
—“Caminar por la playa bajo la lluvia es un
rito íntimo y sagrado; casi como acariciar un apacible vientre
desnudo…”
Descendí por los peldaños que se perdían en la
arena y la resaca. Caminé hacía las olas. El horizonte era de un
gris borroso, en la lejanía los nubarrones resplandecían de tanto
en tanto por el fulgor de los relámpagos.
No había aprensión ni incertidumbre en mí.
Tenía la misma paz que experimentaba al bucear.
Sé que en el azul profundo del mar se siente algo parecido a la
protección del útero materno; silencio y armonía.
Una ola me atravesó.
No temía. Ya jamás temí.
Conocía la ruta. Las nereidas, tiempo atrás, me
habían guiado entre las penumbras a un sendero iluminado por erizos
y medusas iridiscentes que se perdía detrás de un manto de algas.
Lejos de pescadores y gaviotas.
Es un buen sitio para reposar.
Hasta que de nuevo suba incontenible la marea de
nostalgias.
Ricardo Juan Benítez
Buenos Aires - ARGENTINA
Bellísimo. Poético, evocador, melancólico...
ResponderEliminarMuchas gracias Marta por tus conceptos. Abrazo literario.
EliminarUn relato en una bella prosa poética. La verdad, me fascinan tus relatos de novela negra, en éste me sorprendes gratamente, porque cambias radical de registro, y percibo un romántico, en claras metáforas que denotan dominio total del lenguaje. ¡Me encantó!
ResponderEliminarMuchas gracias, me siento gratamente halagado. Abrazo.
EliminarCon un estilo poético en el que prevalecen las sensaciones y fuerza de las imágenes para hablarnos del paso inexorable del tiempo. Las ilusiones, las desilusiones, los fracasos, los éxitos. Todo eso lo cura el momento en el que ansiamos regresar al punto de inicio, al final del camino que nos lleve al principio. Ese volver al útero. Todo ello a través del mar. Magnífico, Ricardo. ¡Saludos!
ResponderEliminarDavid, no se como agradecer tu atenta lectura, tus conceptos, el análisis... gracias, muchas gracias.
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