LA SOLEDAD/ Kirke Buscapina
http://buscapina7.blogspot.com.es/
Llegaste
a mí con el ímpetu de un vendaval removiendo todo mi ser. Llegaste
para instalarte en mi corazón, como un bálsamo, como una bendición.
Llegaste para enseñarme qué es la felicidad.
Recuerdo
el primer día que te vi. Bajaste del autobús que te traía desde la
capital, con tu camisa blanca impoluta que resaltaba el moreno de tu
piel. Tu llegada fue un acontecimiento, nadie se quiso perder ver
arribar al nuevo maestro.
Toda
la chiquillería acudió a recibirte. Tras la muerte de don Ambrosio,
la escuela se quedó huérfana y los niños pudieron gozar de unos
pocos días de libertad. Una libertad rota por tu llegada, todo el
pueblo te esperaba con recelo pero tú nos sorprendiste a todos,
especialmente a mí. Nunca hubiera podido sospechar hasta qué punto.
Recuerdo
que decidiste dar la primera clase fuera de la escuela, al aire
libre, porque decías que el conocimiento no debe darse entre cuatro
paredes que lo constriñen, que el saber no tiene límites. Esas
fueron tus palabras. Porque tus palabras también me sorprendieron;
tus palabras y tu voz.
Aún
no sé por qué te fijaste en mí, por qué decidiste un día
ofrecerme una margarita y una sonrisa cuando nos encontramos en la
vereda que discurre junto al río, por qué te pusiste a hablar
conmigo y por qué me sentí la mujer más dichosa sobre la Tierra.
Nuestros
encuentros fueron cada vez más frecuentes, nuestros paseos más
largos, y tu voz, tu maravillosa voz, me hablaba de cosas y lugares
de cuya existencia yo era una completa ignorante. Me hablabas de
igualdad, de justicia, de leyes que protegen al más débil, de
revolución. Pero también me hablabas de poesía; de toreros muertos
a las cinco de la tarde, y de un poeta que se fue a vivir a Nueva
York.
Además
me hablabas de amor. Sin saber cómo, te instalaste en mi corazón y
en mi mente y fui feliz. Aquellos meses contigo serán siempre el
símbolo de la felicidad.
Pero
el mismo viento que te trajo a mí, trajo aires de revuelta. En una
ciudad lejana unos militares se habían sublevado, cuestionaban el
poder elegido en las urnas y tú decidiste intervenir. No querías
permanecer al margen.
Ni
mis ruegos ni mis lágrimas fueron capaces de retenerte. Tu sentido
del deber y de la responsabilidad fue más poderoso que mi amor, y te
fuiste a defender una causa que yo no lograba comprender.
Tus
cartas desde el frente supusieron un consuelo, ese “Querida
Manuela” con el que empezabas tus epístolas ya me hacía sonreír.
Sabiendo de tus vicisitudes te sentía un poco más cerca, oía
tu voz a través de tus letras y la separación se me hacía
más llevadera. La llegada del cartero era el único motivo que me
daba fuerzas para levantarme todos los días.
Pero
un día llegó un militar, dijo ser capitán del Ejército
Republicano. En sus manos llevaba tu última carta y en el gesto de
su rostro el anuncio de mi desdicha.
Un
bombardero alemán acabó contigo y con tus compañeros, en el
bolsillo de tu guerrera encontraron tu última misiva. Ahora sé que
te marchaste con mi nombre en tus labios, ahora sé que yo fui la
protagonista de tu último pensamiento. Ahora sé que ya nunca más
te volveré a ver. Nunca más volveré a oír tu voz, tu maravillosa
voz. Nunca más volveré a oírte hablar de toreros que murieron a
las cinco de la tarde o de un poeta que vivió en Nueva York.
Dicen
que la guerra la están ganando los rebeldes, que la causa por la que
diste la vida está perdida. A mí eso me da igual, si tú no estás
qué me importa la justicia, qué me importa la igualdad, qué me
importa la revolución. Solo tú me importas y ya no estás.
Llegaste
a mí con el ímpetu de un vendaval, pero te fuiste para no volver.
Tu marcha me deja una tristeza infinita que me rompe el alma, que me
hiere y me duele. Te fuiste para enseñarme qué es la soledad.
Continuación de la iniciada con CARTA DESDE EL FRENTE
Publiqué en Tertulia la primera parte de ésta misiva, una historia que conmueve de pensar en tantos soldados en una guerra sin sentido (como todas) en éste caso en nuestro país. Dos bandos, el republicano y bando nacional.
ResponderEliminarTu protagonista, un maestro republicano y sus cartas a su amada Manuela, que siente dentro del corazón, las palabras de su amado. Sí tienen la cara de las dos monedas: el soldado raso, valiente en el frente y la estoíca novia que presiente todo el horror de la guerra.
Te diré que el género epistolar lo bordas, llegas a los sentimientos de quién lo lee. Y eso, en literatura es muy importante.
Un abrazo literario.