UN PIBE SOLO/ Ricardo Juan Benítez
Ricardo Juan Benítez. Nace un 28 de noviembre de 1956, en el barrio porteño de Caballito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Argentina), su actual lugar de residencia. Luego de un prolongado paréntesis, retoma su pasión por la escritura a mediados del año 2004.
Colabora asiduamente con: ALMIAR Margen Cero (España), Alma de Luciérnaga (Israel), Resonancias Org. (franco-argentina), Herederos del Caos (USA), Azul Arte (Inglaterra) y Uchronicles de Giampietro Stocco (Italia). Así también tiene publicaciones en revistas digitales (Hotel Tomás, Los discípulos, Axxón, El Fausto, MiNatura).
http://cuentosyotrasficcionesricardojbenitez.blogspot.com/
UN PIBE SOLO
Introducción:
Tal
vez una de las tareas más fascinantes del escritor sea la de
recolectar historias, que a su vez derivaran en otras. Muchas
historias de tradición oral, a través de los años e incluso de los
siglos, fueron modificándose hasta plasmarse en relatos escritos.
Dónde una y otra vez los personajes vuelven a vivir, amar, reír,
llorar y morir mil veces más. Es así, que en rueda de amigos, uno
de ellos (el más próximo a mis afectos) me contó esta historia
sencilla. Resulta que mi amigo, Carlos Alberto Gómez, un muchacho
trabajador y de origen humilde, tiene una familia compuesta por su
esposa y dos adorables niñas. Como todos los hermanos (o la gran
mayoría) ellas se llevaban bastante mal. La rivalidad, producto de
esos celos inocultables, iba en aumento y todos los días era motivo
de llantos y quejas. Carlos decidió que algo debía de hacer. En
este caso, y como todos los castigos y reprimendas habían surtido
escaso efecto, escribió esta carta-cuento. Decidí al transcribirla,
tratar de mantener la frescura e intensidad del relato. Salvo algunas
mínimas intervenciones formales y ortográficas, está es una carta
de amor de un verdulero sin muchos estudios, pero con un corazón
enorme. Palabras de mi amigo:
“Había
una vez un pibe muy, pero muy pobre. No tenía papá. Pero tenía a
su mamá y sus hermanos. Tenía uno en especial, el más pequeño,
que era muy llorón y caprichoso. Quería estar siempre alzado por su
mamá. Entonces el pibe se enojaba, y pensaba:
—¡Que
caprichoso es! ¡No lo soporto más!
Así
sucedió por mucho tiempo. Hasta que un día la mamá, como no podía
dar de comer a todos, llevó al pibe hasta la casa de una familia.
Que si podía darle de comer y ahí lo dejo.
El
“chico” estaba muy contento. Comía manjares que nunca había
probado. Veía televisión. Lo vestían y calzaban bien. Le enviaban
a un buen colegio, y estaba abrigado y aseado.
Pero
un día comenzó a extrañar a su familia. Sobre todo al hermanito
más pequeño. Y pensaba:
—¿Quién
lo abrigará las noches de frío con su cuerpo, como lo hacía yo?
Esa
mañana le dijo a su nueva familia:
—Quiero
ir a ver a mi hermanito.
Ellos
le dijeron:
—¡No!
¡Ahora tu familia somos nosotros!
Lloró.
Lloró mucho, a escondidas. Se sentía un pibe solo.
Hasta
que una noche, cuándo todos dormían, es escapó. Y corrió. Corrió
toda la noche. No paró de correr hasta que no llegó a su casa,
hasta su familia. Lo primero que hizo fue ir a besar a su hermano más
chiquito. A pesar que seguía llorón y caprichoso. Además, ya no le
importó tener que comer mal y salteado. Ni tampoco tener un buen
abrigo para las noches heladas. Volvió a ser feliz al lado de su
hermanito. Ya no era un pibe solo, estaba con su familia.”
Moraleja:
“No
esperes perder algo, para darte cuenta el valor que tenía.”
Epilogo:
En
realidad es una aclaración. Dos aclaraciones. El relato es
absolutamente verídico. Y además subsanar un olvido de mi amigo en
su cuento: él era el pibe solo.
Ricardo Juan Benítez
Buenos Aires
ARGENTINA
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