LOS AMIGOS DE NICO/Dimas Petrovich



—¡Mirá papá! ¡Mirá!
La insistencia de Nicolás, y los tirones desesperados de manga, no hacían mella en la actitud de su progenitor, que dialogaba con un amigo, a quien había cruzado por casualidad en la calle.
—¡Pero papá! ¡Mirá esto! —Insistía Nico sin obtener respuesta.
—¿Viste que van a cerrar el zoológico? —El amigo había escuchado las últimas noticias.
El padre de Nicolás abrió los ojos con actitud de sorpresa:
—¡No me digas che!
—¡Sí! Pero dicen que van a crear un ecoparque…
De repente, un ruidoso frenazo distrajo la atención de los amigos. Un ciervo estaba atravesado en medio de la avenida Sarmiento.
—¿Ves papá? ¡Eso te quería mostrar! —El gesto de fastidio de Nicolás era más que notorio— Nunca me escuchás…
El pobre animal, asustado por el tránsito, corría de un lado al otro tratando de encontrar un lugar seguro.
De repente, otro ciervo apareció en escena, otro, y otro más. Muy pronto más de una veintena cortaban por completo la avenida, provocando sorpresa en los transeúntes, y bocinazos en los desprevenidos conductores.
La gente que pasaba caminando por el lugar, se había detenido a observar la escena. Entonces fue que uno de ellos señaló hacia arriba. Un halcón estaba sobrevolando la esquina de Sarmiento y Las Heras. Enseguida se le sumaron varias docenas, y algunas bandadas de otras aves. El cielo se había puesto oscuro en pleno día con la cantidad de aves que giraban en derredor.
Los transeúntes ya no cabían en su asombro, cuando la Tierra comenzó a temblar. Muchos se asustaron y pensaron que se trataba de un terremoto.
Un joven que venía corriendo en bicicleta por la avenida Las Heras, a los gritos, advertía a los desprevenidos peatones:
—¡Corranse! ¡Hagan lugar! ¡Ábranse a los costados!
El temblor se hizo más profundo, y tanto Nico como el papá y el amigo se apresuraron a apartarse de la avenida, corriendo hacia la placita frente al zoológico.
A los pocos segundos, una masa gigante compuesta por decenas de animales apareció corriendo desde Las Heras hacia la intersección con Sarmiento. Elefantes, leones, tigres, hipopótamos, todo tipo de bestias corrían por la avenida como alma que lleva el diablo.
La gente corría despavorida por el miedo. En el aire, las aves cubrían el cielo, colaborando a crear un ambiente dantesco que aterrorizaba al más avezado.
No obstante, Nicolás observaba todo con ojos agrandados por la fascinación. Él no sentía ningún miedo. ¿Por qué habían de asustarle los animales? De hecho, le encantaban.
Los animales se detuvieron frente a la entrada del zoo. Poco a poco, todos se fueron acomodando, siguiendo una lógica propia de algún general del ejército: En la parte de atrás, junto a las rejas, se ubicaron los animales grandes: elefantes, hipopótamos, jirafas.
Delante de ellos, en hilera, se formaron los tigres y leones, cual soldados de elite frente a los elefantes de guerra que atemorizaban a la fuerza enemiga sólo con su presencia.
Entre las aves, que custodiaban los cielos, se podían ver algunos infiltrados: Drones de las agencias de noticias, que estaban transmitiendo en vivo la increíble situación.
Justo en el medio de la entrada al zoo, un día antes se había montado un escenario, a fines de que hubiera allí un discurso acerca del cierre del parque. Curiosamente, los animales respetaron el mismo. Sólo dos leones se subieron al entarimado, y se ubicaron uno a cada lado, como celosos guardianes.
Todo el mundo se preguntaba el cómo y especialmente el por qué de semejante demostración animal, además de preguntarse de dónde habían salido. En toda la Argentina no había tal cantidad de elefantes, por ejemplo.
Todo era un enorme misterio, y algo sin precedentes que estaba siendo transmitido a todo el mundo por miles de repetidoras alrededor del planeta. Toda la Tierra estaba pendiente de lo que sucedería a continuación. Al lugar se acercaron varios escuadrones de bomberos, y la policía, pero ellos no tenían idea de qué hacer en una situación así. Los animales eran demasiados. Pensar en atacarlos hubiera sido suicida. Sólo quedaba esperar y ver qué sucedería.
Fue entonces que una de las decenas de cámaras que tomaban en vivo la escena, mostró cómo en una de las escaleras de ascenso al escenario, un niño pugnaba por subir. Los escalones eran un poco altos para él, pero no se amilanó en lo absoluto. Luego de esa “proeza”, prácticamente nadie se sorprendió de que el valiente niño pasara caminando como si nada junto a uno de los leones allí apostados.
Miles de canales de televisión interrumpieron su programación, para mostrar el rostro de Nicolás, mientras él, con visible esfuerzo intentaba alcanzar el micrófono que estaba demasiado alto para sus piernas. Sólo necesitó una silla, para ponerse a la altura de las circunstancias.
El padre, observando todo desde la vereda de enfrente, no daba crédito a sus ojos, y se preguntaba en qué momento se soltó de su mano.
—¿Hola? —La voz de Nico sonaba aguda en los altoparlantes.
— Me llamo Nicolás, pero me dicen Nico. ¿Saben por qué estoy acá? Porque mi papá nunca me escucha. Yo le avisé hoy que había visto un ciervo, pero él no se dio por enterado… ¡Ahora creo que sí se dio cuenta!
El papá de Nico no se puso colorado; se puso púrpura…
Hombres del comando GEO estaban tomando posiciones tratando de apuntar a los dos leones con dardos tranquilizantes. Cuando Nico los vio, rápidamente bajó de la silla, y corrió hacia uno de ellos. Inmediatamente el otro también se acercó, y las miras de los tiradores se vieron obstruidas por la figura del niño. Entonces, los tres juntos regresaron al micrófono. Nico tenía aún mucho por decir…
—Hoy escuché a mi papá decir que van a cerrar este zoológico. Yo nací en el interior de la Provincia. ¿Saben lo que más me gusta de venir al centro? Sí, adivinaron. Venir al zoo.
Pero parece que mi papá no es el único que nunca escucha. Creo que las personas mayores se vuelven sordas con los años. Por eso será que ninguno de ustedes escucha a los chicos que queremos venir acá.
Todos se preguntan por qué la entrada al zoológico está llena de animales. Y nadie sabe la respuesta. Eso es porque son personas mayores y no pueden escuchar. No escuchan el grito silencioso de cientos de animales que, como estos que están acá afuera, quieren vivir su existencia en paz. ¿Tan difícil es de entender?
Ellos sí son capaces de escucharse. Así que cuando los animales de acá adentro pidieron auxilio (a su manera, todos sabemos que los animales hablan), los demás vinieron al rescate. Creo que la señal es clara: Estos preciosos animalitos de acá, no van a permitir que vengan a destruir la “casa” de sus amigos. Porque si bien están en cautiverio (esa palabra difícil la aprendí ayer). Decía: aunque ellos están encerrados aquí, siempre lo estuvieron. Eso quiere decir que cuando los saquen para llevarlos a otro lugar, seguramente no se van a adaptar. Van a extrañar a su cuidador, que les daba de comer, y se van a morir de hambre. ¿Nunca tuvieron un perrito? ¿Alguna vez se les ocurrió dejarlo suelto en el campo, porque es un “mejor hábitat para él”?
Algunas de las personas que escuchaban a Nicolás, bajaron la mirada en señal de asentimiento.
Creo que ustedes deberían aprender un poco de estas “bestias” como les gusta llamarlos. ¿Creen que son “humanitarios”, porque de vez en cuando dejan una moneda en la mano de un pobre pibe que desde el suelo, casi sin poder moverse a causa de la debilidad por no comer, les pide su “caridad” casi con miedo? ¿Eso es “ser bueno” para ustedes?
Varios de los presentes sintieron un nudo en la garganta. Pero seguía Nico:
Sí. Muchos creen eso, y a mí me revienta cuando escucho que algunos chicos tienen que ir al colegio descalzos porque no tienen ni para comprar alpargatas. ¿Dónde está la gente buena entonces?
Aprendan de estos animales, que cuando unos pocos necesitaron ayuda, todos los demás acudieron sin dudarlo. ¿Sienten miedo verdad? Deberían sentirlo. Estos amigos míos son verdaderamente temibles.
¿Pero saben algo? Ellos están aquí para defender algo. No para atacar a nadie. No como aquellos “humanos” que por simple diversión (o por dinero que es peor), cazaron a sus congéneres en la selva, para traerlos acá, y ahora que lograron que ellos finalmente se adapten, y logren sobrevivir en la ciudad… ¿Los quieren echar?

A mí me parece que algunos no tienen vergüenza, como decía siempre mi abuelo. Algunos humanos son tan contradictorios, y a la vez tan salvajes y ruines… Vergüenza les tendría que dar.
Dicho esto, Nicolás descendió tranquilamente del escenario, sin ser molestado en lo absoluto por todos los animales que allí se encontraban.
El mundo quedó mudo ante sus palabras. No sólo porque era la absoluta verdad. ¡Sino porque era un niño de apenas diez años!
Millones de personas en ese momento, se encontraban con la cabeza gacha. Algunos llorando de vergüenza. Otros meditando las palabras de ese pequeño que, demostrando una valentía extraordinaria y una sabiduría increíble, había tratado de “abrir los ojos” de tantos seres humanos sensibles.
Pocos minutos después, los animales comenzaron a irse. Poco a poco, sin molestar a nadie, y sin ser molestados. Más bien se diría que las personas los observaban con respeto y admiración.
De más está decir que el cierre del zoo se canceló, y que Nico pudo visitar a sus nuevos amigos muchas veces más. Pero lo más y verdaderamente sorprendente, fue un detalle que al niño no le pasó en absoluto desapercibido: Desde entonces, ¡sólo bastaba un tirón a la manga de su papá para obtener su atención!

Dimas Petrovich
BUENOS AIRES
ARGENTINA

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