DESPUÉS DE LA TORMENTA/Mª Magdalena Gabetta






Me buscó después de la tormenta, cuando ya las olas no golpeaban contra los acantilados, ni las gaviotas huían despavoridas por los truenos y relámpagos que daban una imagen irreal y temible a ese mar que, hasta apenas un par de horas antes, se presentaba plácido y acariciaba nuestra barca como un amante.

Como un amante también cambió rápidamente de ánimo, unas oscuras nubes aparecieron en el horizonte y pronto se desencadenó el infierno. Él gritó al verme caer por la borda, pero no pudo hacer nada para rescatarme y yo caí, caí y caí, sin siquiera darme cuenta de lo que ocurría, hasta que las aguas me cubrieron por completo y perdí el conocimiento.


Después supe que él me había buscado, que había pasado días buscándome en la pequeña embarcación que había logrado mantenerse milagrosamente a flote; me buscó hasta que llegaron los rescatistas y se lo llevaron a puerto seguro, a nuestra aldea de pescadores. Estaba medio muerto pero aún gritaba mi nombre y durante mucho tiempo, una vez que sanaron su cuerpo, temieron no sanar su alma. 


Pero él se recuperó, aunque todos los días regresaba a la playa y me llamaba. Yo lo escuchaba, pero no podía regresar, ellos no me lo permitían


Ellos, los seres transparentes que vivían bajo el mar, los que me habían llevado hasta su mundo de cristal y me habían permitido vivir, nunca supe porqué extraña razón. 


Tampoco supe si entre ellos había otros como yo, otros que habían salvado de la muerte. Se veían todos iguales, al punto tal que temí también volverme transparente.

Así como a él lo habían sanado nuestros iguales, así me sanaron a mí esos seres marinos, pero nunca pude habituarme a la vida que ellos me ofrecían, distinto habría sido si nos hubieran llevado a los dos, entonces sí, entonces no me hubiera importado nada y me hubiese acostumbrado a ese mundo azul, de seres cristalinos como medusas, donde no existían las palabras y donde todos estaban dedicados a un único fin, mantener la pureza de su hábitat  en contraposición con la impureza del mundo exterior.


Ellos me veían languidecer y no entendían el porqué, es que aunque nos separaran más de cinco mil metros de agua, yo escuchaba la voz del hombre amado traspasando la profundidad marina, implorándome que regresara.


Los seres de agua me miraban confundidos, sus manos cristalinas me acariciaban para transmitirme su cariño, intentando contenerme, pero no podían erradicar mi tristeza ni mis lágrimas. Ellos también escuchaban su voz llamándome y no entendían cómo él podía saber que yo aún vivía, no entendían que él aún me esperara.


No sé cuánto tiempo pasó hasta que decidieron llevarme a la superficie, después supe que habían transcurrido diez largos años. Me despedí con tristeza porque habían sido buenos conmigo, me habían salvado e intentado convertirme en una de ellos, pero el amor había sido más poderoso.

Él estaba parado en la playa escudriñando el mar, gritando mi nombre, cuando aparecí ante sus ojos, no dijo una sola palabra, no hacía falta; me abrazó fuerte, muy fuerte y tomándome de la mano, regresamos a casa.



María Magdalena Gabetta

Cordobesa, nacida en Canals - Provincia de Córdoba, vive desde los 10 años en Río Tercero, otra ciudad de la misma provincia. Simplemente soñadora, adora escribir cuentos cortos y poesías, es  totalmente autodidacta, aunque hace pocos años que se dedica con más intensidad a escribir


magdalenagabetta.blogspot.com

 (ARGENTINA)

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