CAFETERIA CAMAFEOS.COM"/Ana Palacios
Relato
dedicado a Marta López “Silvimar” fallecida el 25 de Marzo de 2.017 gran amiga y excelente escritora.
Delia caminaba con paso alegre y seductor, moviendo su melena
rojiza, cuyo color y textura todavía
conservaba gracias a la queratina y al buen hacer de su peluquera.
Aquel día, eligió un vestido a juego con el color verde
esmeralda de sus ojos. Después se colocó el amuleto de la buena suerte: un
colgante con la silueta de su querida mascota, un gato, al que había puesto el
nombre de Sol.
Cuando llegó estaba exultante. Sus amigas la esperaban y, al
verlas, pensó que, pese a hacer casi dos décadas que habían atravesado los
cincuenta, seguían siendo atractivas y conservaban un cierto toque de elegante
seducción.
Fue una buena actriz en su juventud y hoy llevaba aprendido el
personaje de un buen agente comercial, pues trataba de convencerlas para
realizar un viaje totalmente inesperado.
***
Dánae no la vio llegar. Era miope y su coquetería no le permitía
llevar gafas de forma continuada, pues temía que pudiesen ocultar su lánguida
mirada, con la que a más de uno había hecho caer en ensoñación.
Siempre llevaba un colgante que decía significar la rueda de la
vida, pero que, en realidad, eran unas sofisticadas gafas, las cuales solo
abría en momentos muy determinados y en
presencia de personas con un alto grado de confianza.
Aunque sus dos amigas eran viudas y ella nunca se había casado,
el estado civil no fue obstáculo para que entre las tres surgiera una compacta
y duradera amistad, que ya superaba los diez años.
Su mayor atractivo residía en la simpatía y buen humor que
derrochaba. No era escritora como las otras dos, pero tenía una imaginación
prodigiosa que la convertían en una gran narradora de historias. Era soñadora e
idealista y, pese a no poder presumir de un cuerpo tan esbelto como el de Delia
y Dafne, sus curvas, que se habían acentuado con el paso de los años, habían
hecho perderse a más de uno.
***
Dafne levantó el brazo con discreción, cuando vio entrar a Delia
en la cafetería.
De forma inconsciente, vivía algo a la sombra de su amiga, a la
que considera la más bella de las tres.
A las dos las pretendía un conquistador argentino, soltero de
oro, que cruzaba el charco, casi con la cotidianidad que otros cruzan la calle
para ir al supermercado. Era profesor en una academia de baile, a la que acudía
Dafne con regularidad para poder disfrutar de la sensualidad del tango, entre
los brazos de aquel hombre, que la transportaba a otros tiempos, haciendo que
la caída final le saliera muy natural.
Siempre lucía un hermoso camafeo, vacío en su interior, pero en
el que ella veía con toda nitidez el rostro de un famoso cantante de tangos y un gánster americano,
dos ejemplares amantes de los que jamás habló.
***
Cuando
Delia llegó a la mesa donde se encontraban sus amigas, estas ya notaron que
traía alguna novedad bajo el brazo.
Tras los saludos de rigor, dejó
bien a la vista un catálogo de viajes, donde podía leerse con grandes letras:
HOTEL-BALNEARIO “LA ESPERANZA” y, aunque intuía que les haría ilusión, reaccionaron
con más entusiasmo del que esperaba, por lo que no necesitó utilizar sus dotes
de persuasión.
Dánae, intrigada, acercó el
catálogo a su cara y al instante dijo: ¡Bien! Nos vamos de viaje a un balneario
llamado “La Esperanza” y, seguidamente, hizo un comentario que provocó la risa
de las tres.
¿Cuándo?, ¿cuándo? Dijo Dafne entusiasmada, porque el dónde le
daba igual. Lo importante era pasar unos días juntas, en un lugar
desconocido y romper la monotonía.
***
Desde hacía años, las
tres amigas se reunían en la misma cafetería. Eran unas clientas fieles y
peculiares que se habían ganado la confianza de los jóvenes camareros y la de
los dueños, hasta el punto de que, cuando reformaron el local para adaptarlo a
las nuevas tecnologías, tuvieron claro cual sería el nuevo nombre.
Descubrirlo supuso para ellas una grata y
emotiva sorpresa y, sin ponerse de acuerdo, las tres llevaron su mano al pecho rozando con delicadeza el fetiche que
colgaba de sus cuellos. Después lo celebraron por todo lo alto.
A partir de aquel momento a la
cafetería “Camafeos.com” la consideraron como su segunda casa y una vez a la
semana, disfrutaban de un espacio privilegiado y acogedor donde las dos viudas
ironizaban sobre la incomprensión de sus nueras, las cuales no entendían que
ellas, a su edad, fueran a bailar tangos y prepararan viajes a países exóticos
con la ilusión propia de adolescentes.
Las tres encontraban en
aquellas reuniones el combustible necesario para bombear sus corazones hasta
que volvían a encontrarse. Compartían secretos de belleza, lecturas, cine,
recetas de cocina y cualquier otra vivencia digna de ser mencionada, al tiempo
que degustaban exquisitas meriendas acompañadas de un buen capuchino, té o
café.
***
Ilusionadas por el viaje, decidieron quedar el lunes en casa de
Delia para ultimar los preparativos.
Llegado el día, la anfitriona
preparó una exquisita merienda acompañada de yerba mate, traída de Corrientes,
por un vecino que, como ella, provenía
de Argentina.
Ante el estado de excitación de
las tres, decidió añadir al mate unas cucharaditas de hojas de Melisa. Bueno,
eso es lo que ella pensó, ya que por error cogió un bote equivocado que
contenía otra hierba, con la que su hijo se hizo más de un porro, aprovechando
las ausencias de su madre. Pero de la
equivocación fueron conscientes bastante más tarde...
Tras disfrutar de la merienda,
pasaron un buen rato recordando anécdotas de otros viajes, como aquel en el que
recibieron un masaje completo y, aunque las piernas de las tres terminaron
salpicadas de hematomas, ninguna de las tres
protestó, pues consideraron que sentir las vigorosas manos de aquel macizo
mulato impregnadas de aceites esenciales, deslizarse por sus cuerpos,
recorriendo sus formas y sus escondrijos, bien merecía la pena pagar el precio
de los moratones.
Poco a poco las fue envolviendo un sopor difícil de superar.
—Con vuestro permiso me voy a recostar en el
sofá —les dijo Delia ya un tanto
colocada.
—Yo también necesito un
descansito —dijo Dánae recostándose en
el sillón.
—Dafne, que hacía Pilates y
presumía de su agilidad, optó por una mullida alfombra que ocupaba un lugar
ligeramente apartado.
Las tres amigas, aún estando en
la misma estancia, disfrutaban de una
ubicación que les ofrecía cierta intimidad y pronto pudo escucharse una
polifonía de respiraciones entrecortadas que, sin llegar a armonizar, envolvían
la sala.
Cada una pasó un buen rato como
pudo, hasta que cayeron en un placentero sueño del que despertaron horas
después, no dando crédito a lo ocurrido y despidiéndose tan pronto como les fue
posible, reprimiendo las risas
entrecortadas para evitar que los vecinos pudieran descubrir su colocón y recreándose en un bienestar al que no estaban
acostumbradas.
***
Dánae, algo
corta de vista y despistada, dejó todo preparado la noche anterior y puso la
alarma para levantarse a la hora que habían quedado. Tras una ducha relajante, se tomó una pastilla de
Melatonina para dormir mejor ¿o tal vez fueron dos?, el caso es que despertó
sobresaltada por un sonido que a ella le pareció la sirena de los bomberos,
aunque en realidad era el timbre del teléfono que tenía en su mesita de noche.
Se levantó de un salto , casi sin respiración y, al descolgar el
auricular, escuchó dos voces preocupadas que decían: ¿Todavía
estás en casa? Nosotras estamos ya en el aeropuerto.
Ya voy, fueron las únicas palabras que pudo
articular. Con el corazón a punto de estallar, agradeció tener la maleta
preparada y se introdujo dentro del vestido. Solo perdió el tiempo necesario
para colgarse al cuello el colgante que siempre le acompañaba y que, en
realidad, eran sus gafas. Salió a la calle y echó a correr arrastrando la
maleta tras ella.
No era la primera vez que se quedaba dormida
y sabía que en estos casos lo más rápido era el tren que llevaba directo al
aeropuerto y que, por suerte, la estación estaba muy cerca de su casa.
Cuando llegó al andén, el tren anunciaba su
salida, pero ella no lo podía perder, así que azorada, pero decidida a
conseguir su objetivo comenzó a correr y a levantar el brazo que no llevaba
ocupado con la maleta, al tiempo que decía en voz alta: espere, espere.
El maquinista no pudo resistirse ante la
visión que le ofrecía el espejo retrovisor: una señora madura, aunque muy bien
conservada, corría por el andén con cara desencajada y gritando, mientras sus
pechos parecían dos campanas repicando.
No se pudo resistir, temiendo lo peor,
disminuyó la marcha del tren, que acababa de iniciar y la increpó, eso sí, con
educación.
—Señora,
¿cómo se le ocurre hacer esa temeridad?
—Disculpe,
pero no podía perder el tren —respondió,
Dánae, sin apenas respiración, pese a no llevar ropa interior que la oprimiera
y, tras darle las gracias, subió al tren tan rápida como pudo. Ya sentada,
sonrió aliviada, aunque roja cual amapola.
Al poco tiempo, el monitor que tenía frente a
ella, tomó vida, anunciando la película programada para aquel día: Misión
imposible, de Tom Cruise. No se molestó en ponerse los auriculares, el
aeropuerto estaba relativamente cerca y consideró que, para misión imposible,
la que acababa de vivir.
Sin más incidentes llegó a tiempo para ver las caras preocupadas
de sus amigas y, sobre todo, para facturar el equipaje y recoger la tarjeta de
embarque.
***
Cuando entraron en el vestíbulo del balneario,
una brisa fresca las envolvió, al tiempo que un elegante señor, les daba la
bienvenida y se ofreció para acompañarlas a sus respectivas habitaciones. Más
tarde supieron que era el gerente del balneario.
El primer día decidieron
dedicarlo a visitar los alrededores y cuando ya llevaban un rato paseando se
sentaron en un banco frente al mar.
Los ojos miopes de Dánae, no se
apartaban de un hermoso joven que se interponía entre la orilla y el banco en
el que se encontraban, ya que, aunque no lo distinguía con nitidez, le hacía
gracia que permaneciera tanto rato sentado frente a ellas.
De pronto, el brazo de Dafne
golpeó el suyo y la hizo salir del ensimismamiento.
—¿Qué pasa
—le preguntó sorprendida.
—¿No ves lo que lleva entre manos? —Le dijo Delia, con una amplia sonrisa en su
cara.
—Pues no, solo veo que está muy entretenido
con algo.
Dafne y Délia soltaron una sonora carcajada y Dánae
captó el mensaje.
Armaron tal algarabía que el
joven “flautista”, poniéndose una toalla alrededor de la cintura, marchó sin
decir palabra, tal vez, en busca de otro público más afín a su virtuosismo.
La semana prometía, pues tenían
reservado un pack completo...
Ana Palacios
Un hilarante relato dedicado a mi buen amiga Marta López "Silvimar". Tres mujeres maduras corren mil y un aventuras. El buen hacer de la gran escritora Ana Palacios hizo el resto. Los hijos, y tantos amigos que ella tenía en la página azul, incluida yo nos entristecimos mucho de su final después de una penosa enfermedad. Sirva como homenaje a una gran persona.
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