CARTA DE UNA ABUELA(El ENCUENTRO)/Ana Palacios-Lola O. Rubio







Mi querida Mari Carmen.



¿Cómo estáis?

Empezaré por decirte que me colmó de dicha tu visita. Cuando cruzaste la puerta, y nos fundimos en un abrazo, me pareciste un ángel, tal era la belleza y la frescura de tu cara.

¡Qué días tan hermosos pasamos...! compartimos vivencias y  nos pusimos al día entre sonrisas y lágrimas.

Tu marido me pareció muy guapo y sobre todo una excelente persona. Creo que hacéis buena pareja y deseo que la felicidad de ahora os dure toda la vida.

Yo llevo unos días un tanto confundida por la presencia de una desconocida. No quise hablar de esto cuando viniste, para no empañar la alegría del momento y porque todavía no había recibido los informes médicos que lo confirman.

Hoy, creo que es sábado, pero no podría asegurarlo, tengo la sensación de estar fuera del tiempo y casi del espacio.

El médico especialista me confirmó el diagnóstico. Fue delicado y cariñoso conmigo; por primera vez percibí mi fragilidad y resignada acepté sus consejos.

No, esta vez no fui sola, esta vez me acompañaron.

¿Sabes lo primero que pensé al salir de la consulta? Me compraré una libreta y escribiré para recomponer mis pedazos. No será un diario, porque habrá días que no me veré con ánimo, pero cuando encuentre fuerzas y algún rayo de luz alumbre mi cerebro, tomaré el papel y jugaré con las palabras para aligerar un poco mi carga y para que puedas saber lo que pienso y siento.

El duro resultado me enfadó al principio, ahora ya lo voy aceptando. Como sabes, siempre  disfruté imaginando y escribiendo y hoy estoy muy cerca de perder esta capacidad; en la actualidad mis letras parecen garabatos y ya son muchos los días que no consigo articular dos líneas. Es como si las ideas se diluyeran en la nada.

¿Estás llorando pajarillo? Si es así, seca tus lágrimas y piensa en la suerte que tuvimos de poder disfrutar juntas unos días y también de recordar vivencias tan lejanas que parecen de otra vida.

Como ves, vivo entre luces y sombras, pero pronto entraré obligada en un túnel sin salida y, pese a estar ávida de luz, deberé aceptar vivir en la penumbra.

¡Cómo son las cosas! En la última carta te dije que mi último pensamiento estaría dedicado a ti, y ahora veo que no podré cumplir mi promesa, porque el deterioro me impedirá conectar con el mundo de las ideas.

Sé fuerte y no dejes que te atrape la tristeza y si vienes a verme y ya no te conozco, abrázame fuerte y dime al oído que me amas, por si algún resquicio de luz me permite recordar tu sonrisa y tu cara.

He de dejarte, cariño, las sombras de nuevo me reclaman.

Tu abuela, Edelmira







Querida abuela:
He recibido en esta semana tu carta, dónde se desprende una estela de cariño aún en la dureza de tu estado médico. He llorado, por todo lo acontecido: por ti, por mí, por la desgracia que parece perseguirme. Estoy abatida, sola y vencida. Siempre fui luchadora contra la adversidad, plantando cara al demoledor destino que a veces se torna incierto.

 He alzado la voz de los "sin voz"  ante el rechazo y el estigma por ser de etnia gitana. Estudié Derecho Penal, para que otros no sufrieran en sus propias carnes lo que yo pasé. Nadie lo ha imaginado nunca porque soy de tez clara. Ya sabes que tuve una educación exquisita en el internado al que me mandó mi padre.

Como bien sabes, mi marido se desvivía por mi, sí, he escrito en pasado. El ya no se encuentra entre nosotros. Caronte, el barquero de la muerte se lo llevó consigo. En el laboratorio, dónde trabajaba hubo una gran explosión. El era un perfeccionista y estaba solo, por lo que no hubo que lamentar más víctimas.

Ni siquiera pude identificar el cadáver, estaba carbonizado, y no me dejaron verlo. Lloré, grité, me lancé como alma en pena al féretro. Mis días se desdibujan en la amargura de perder al hombre que siempre me quiso, aún en mis momentos bajos, con mis histerias, con mis depresiones. Creí que tocaba fondo, pero algo de mi luchaba por salir, una mujer fuerte, como siempre he sido, una persona que ha luchado toda su vida. No, abuela, no estás sola.

En cuanto deje mis asuntos zanjados en el hogar, del que me siento una extraña. La soledad cae como una losa insoportable. Si lo consideras oportuno, y si  quieres me traslado a Barcelona contigo, y compartir nuestro tiempo. El tiempo que nos quede por vivir.

Tu nieta que te quiere,
Mari Carmen




Ana Palacios – Barcelona
Lola O. Rubio _ Madrid

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