CARTA DE UNA ABUELA/Ana Palacios y Lola O. Rubio


Querida nieta.


Ha transcurrido demasiado tiempo desde mi última carta. Tú respondiste enojada y yo no te comprendí. Desde entonces, el silencio ha sido nuestro medio de comunicación, roto solo por alguna breve llamada en fechas señaladas.

Te reproché que no vinieras a visitarme con más frecuencia; que tomaras decisiones impulsada por la emoción y con la mente poco clara y que no formalizaras tu relación. ¿Qué quieres? Tengo ya muchos años y en mis tiempos las cosas se hacían de otra forma.


Hoy tomo la palabra, tras muchas horas de reflexión, alguna noche sin dormir y bastantes lágrimas derramadas, para pedirte perdón, porque he descubierto que cada cual ha de hacer su propia evolución y que nadie está obligado a seguir los patrones familiares.


¿Quién soy yo para pedirte que vengas a verme? ¿Acaso no fui yo quien se alejó, movida por las circunstancias? 

En cuanto a lo de formalizar tu relación y que me hicieras bisabuela, tampoco debí decirlo, pero rondo los noventa y, cuando menos lo espero, aparecen las ideas en las que fui formada.


No tengas en cuenta lo que dijo esta anciana, que todavía necesita convertir los euros en pesetas para saber si las cosas son caras o baratas.

Hoy, visto lo que nos rodea, creo que lo verdaderamente importante no es dejar en este mundo la huella de los genes, sino la huella del amor que paso a paso vayamos sembrando.


En cuanto a ser excesivamente impulsiva en tus decisiones, he de reconocer que la prematura muerte de tu madre y el trabajo de tu padre, hicieron que el nido en el que naciste no tuviera la consistencia necesaria.

Saliste a volar sin haber recibido las instrucciones necesarias. Fue la vida quien te enseñó y eso siempre añade un plus de dificultad, pese a ello te has convertido en una mujer de bien, sincera y dulce. Tienes un carácter fuerte y, a la vez, eres romántica, soñadora e idealista, tal vez porque aspiras a un mundo más justo que el que a ti te tocó vivir.


Siéntete libre pajarillo, ¿recuerdas cuando te llamaba así? Disfruta de las cosas pequeñas, porque la vida es un cúmulo de sencillas vivencias. En tu caminar marca los pasos con decisión, sin avasallar, pero evitando que nadie te someta.

Creo que ha llegado el momento de terminar esta carta, porque me siento cansada y la emoción me embarga, así que voy a dejarlo por hoy, no sin antes pedirte perdón de nuevo por las cosas que nunca debí decir.

Acepta mis disculpas junto a un tierno abrazo de esos que no recibiste cuando tanto los necesitabas.

Me encantaría recibir contestación, pero si por alguna circunstancia no llega y no nos volvemos a ver, quiero que sepas que el último pensamiento de mi existencia estará dedicado a ti.

Tu abuela,                                            

Edelmira




Mi querida abuela:


Espero que al recibo de esta te encuentres bien de salud. En primer lugar, disculpas por tardar en contestar. Soy consciente de que me perdiste el rastro hace mucho, al ir de ciudad en ciudad. Imagino que habrás sabido por mi, por tu vecina de años,  Dorotea, que veraneaba en Peñíscola, como nosotros, e intercambiamos números de teléfono. a la que di también mi dirección actual.

Lo he ido dejando unos días, avergonzada de mi proceder. Sin más dilación,  me he puesto a devolver tu misiva, de la que se desprende tu esencia y tu cariño, siempre tan sincera. Hay un dicho que dice “Quien bien te quiere te hará llorar, y quien no…reír y cantar”. Coincido de que he sido muy voluble, y testaruda en mi juventud, no haciendo caso de papá ni de ti. Siempre con buenos consejos. Confieso que era malcriada y caprichosa. Llevando la contraria al bueno de mi padre y a ti. Mi familia más cercana.
A los dieciocho me sentía “mayor” así que me fui de casa para irme a vivir con mi novio de entonces.  Era rebelde por naturaleza, y salía de noche a bailar, y a veces ni aparecía en un par de días. Mi pobre padre no sabía qué hacer con una adolescente. Era menor de edad, así que pasé una temporada con tía Rosalía, pero tampoco hice caso a tu otra hija. Recuerdo que por aquel entonces tú eras emigrante en Suiza, dónde pasaste una larga temporada.
 Trabajé cuidando niños, y como dependienta. (No podía exigir mucho al no haber terminado los estudios primarios) La ausencia de mi madre ha marcado mi existencia, siempre he sentido su falta, ya que partió demasiado joven. Las circunstancias hicieron que tú estabas fuera del país, y yo era como un potro sin domar. Lamento todos los disgustos que os he dado. Hasta que no cumplí los treinta y me casé con un hombre bueno, afable, trabajador y tranquilo. Nuestra boda, se nos ocurrió de repente, ya que veraneamos ese año en Ibiza, y con dos testigos amigos ¡Nos casamos! Sé que te enfadaste mucho, y estuvimos una temporada larga sin hablarnos, y me sentía culpable ya que soy tu única nieta.
El no haber tenido hijos es un tema muy delicado. Prefiero obviar, ya que no ha sido por falta de ganas, sino circunstancias médicas. Es del todo imposible que los pueda tener. Siento desilusionarte en eso.
Tengo una sorpresa agradable, y es que a partir del próximo mes de junio iremos mi marido y yo al pueblo, y te daré un gran abrazo.
¡Pronto nos volveremos a ver!
Te quiere,             

Mari Carmen



Ana Palacios - Barcelona

Lola O. Rubio - Madrid





Comentarios

Entradas populares de este blog

EL GUSANO Y LA MARIPOSA/Ana Palacios

LLUEVE/Carmen Urbieta

SILENCIO/Carmen Urbieta